No debemos dar por sabido el mensaje. Vivimos en un mundo cada día más cómodo con la idea de vivir sin Dios, donde ya es común encontrarse con personas que no conocen de Jesucristo o con cristianos que, por desconocimiento, no cumplen con su deber de evangelizar.
Kerigma. “El primer anuncio” o kerigma, habla sobre la muerte y resurrección de Jesucristo. Es el punto de partida para la vida cristiana y contenido central de nuestra fe, por tanto, se reconoce como un elemento fundamental en la evangelización y la pastoral. No obstante, este anuncio que compartieron por primera vez los testigos oculares de la vida, muerte y resurrección de Jesús pudo ser coherente y cercano para quienes estuvieron presente en aquellos tiempos y lugares recorridos por el Señor junto a sus discípulos y discípulas, sin embargo, luego de Pentecostés el mensaje se hace universal y para aquellos que no eran seguidores o no estaban enterados de las acciones de Jesús o de su existencia, dicha proclamación era poco clara e incluso insólita, por ende, la Buena Noticia tenía que ser explicada.
Catequesis. Así, la predicación apostólica o primera catequesis se centra en la Pascua de Jesucristo. Desarrolla una estructura pedagógica que no varía (el mensaje siempre será el mismo), de tal manera que enseña los rasgos esenciales de la fe: se anuncia a Jesucristo, quien murió y resucitó para la salvación del género humano, e invita a la conversión y a la fe en Él. Este es el principio del camino de iniciación en la fe (ej. Hch 4, 7-12), el cual desemboca y se nutre en la experiencia de los sacramentos.
El kerigma y la acción catequética permiten el conocimiento y encuentro con Cristo, quien nos muestra el amor de Dios por su criatura, a la que otorga la opción de conversión y la esperanza de la Salvación, en consecuencia, el primer anuncio y la catequesis generan la adhesión personal a Jesucristo forjando la fe inicial, la cual se va renovando a lo largo de la vida. Pero esta fe no puede quedarse en algo abstracto y desencarnado, por ello, se va a manifestar concretamente en la comunidad de fieles donde surge la aceptación y opción por Cristo y el Reino, sus valores y exigencias, materializándose en el contacto sacramental con Él, por el bautismo, la eucaristía y la nueva vida según el Espíritu (confirmación). En consecuencia, el kerigma es necesario porque está dirigido a quienes nunca han escuchado la Buena Nueva de Jesús o a los niños; es semilla, dado que con este inicia la fe; y en el acto de proclamar el kerigma la comunidad cristiana encuentra el sentido y el fin primordial de su acción y presencia en el mundo, la que debe compartirse con una actitud de amor, sencillez y alegría, con un lenguaje concreto y adaptado a las circunstancias, con entusiasmo y parresía, perseverancia y resistencia; “la proclamación verbal del mensaje se ha de acompañar del testimonio de vida” (cf. EN 21, 41, 76, 78), pues sin la experiencia de Cristo y la coherencia de vida, las palabras estarían vacías.
Finalmente, kerigma y catequesis son dos elementos de la evangelización que permiten mostrar a cabalidad a la persona de Jesús; además, tienen una relación estrecha de integración y complementariedad, ya que a la proclamación de la Buena Nueva le debe seguir una sólida catequesis debido a que la invitación a creer debe ser acompañada por una oportuna instrucción kerigmática y
misionera. Es por ello, que nuestra catequesis debe ser esencialmente kerigmática y desembocar en la acción misionera, hacer puentes hacia el resucitado.
Cecilia Pérez Mora
Académica Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía