El pasado domingo 1 de noviembre de 2025, en la solemnidad de Todos los Santos, el papa León XIV proclamó a san John Henry Newman Doctor de la Iglesia y, en el marco del Jubileo del Mundo Educativo, lo nombró co-patrono de todas las personas vinculadas al proceso educativo, junto con santo Tomás de Aquino. Este doble reconocimiento celebra la profundidad espiritual y cultural de Newman y, sobre todo, subraya la vigencia de su pensamiento en un tiempo que reclama renovar el sentido y la misión de la educación.
El título de Doctor de la Iglesia se concede a aquellos santos cuya doctrina ha ejercido una influencia singular en la vida y enseñanza del Pueblo de Dios. Se trata de hombres y mujeres que, por la santidad de su vida, la rectitud de su fe y la profundidad teológica de sus escritos, son reconocidos como maestros universales. Como recuerda la Constitución Apostólica Pastor Bonus, los Doctores son «guías seguros en el conocimiento del misterio divino y testigos de la fe vivida en plenitud» (Pastor Bonus, n. 73). Este reconocimiento supone que sus enseñanzas, arraigadas en la Tradición, continúan iluminando la vida de la Iglesia a través del tiempo.
Así lo expresó también Benedicto XVI al proclamar Doctores a san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen: «Ese título de Doctor de la Iglesia […] se otorga a ciertos santos porque han dado, con sus enseñanzas y espiritualidad, propuestas específicas para el seguimiento cristiano que tienen una vigencia que trasciende el tiempo en que vivieron» (Homilía, 7 de octubre de 2012). En la misma línea, Francisco destacó en la proclamación de san Gregorio de Narek que «un Doctor de la Iglesia ofrece con su enseñanza luz a los pueblos, y cada época recibe un tesoro que ilumina con su sabiduría a los fieles» (Homilía, 12 de abril de 2015).
En la homilía de la Misa de proclamación de san John Henry Newman doctor de la Iglesia, el papa León XIV afirmó que Newman «servirá de inspiración a las nuevas generaciones, con un corazón sediento de infinito, dispuestas a realizar, por medio de la investigación y del conocimiento, aquel viaje que, como decían los antiguos, nos hace pasar per aspera ad astra, es decir, a través de las dificultades, hasta las estrellas» (Homilía del papa León XIV, Solemnidad de Todos los Santos, 1 de noviembre de 2025). Esta imagen clásica refleja la comprensión cristiana de la educación como camino de trascendencia, esfuerzo y esperanza. En la misma homilia, el Papa definió el Jubileo como «una peregrinación en la esperanza» y recordó que las escuelas y universidades son «laboratorios de profecía, donde la esperanza se vive, se manifiesta y se propone continuamente».
La elección de Newman como patrono del mundo educativo se comprende a la luz de su vasta obra sobre la formación integral de la persona. En su célebre obra The Idea of a University (1852), defendió una educación que uniera el conocimiento intelectual con la formación moral y espiritual, al afirmar que «la educación universitaria no tiene por fin producir eruditos o filósofos, sino formar el entendimiento, cultivar la mente y enseñar a pensar con juicio y amplitud». Esta visión humanista coincide con lo que el Papa subrayó en su homilía: «En el centro de los itinerarios educativos no deben estar individuos abstractos, sino personas de carne y hueso, especialmente aquellas que parecen no producir, según los parámetros de una economía que excluye y mata» (Homilía cit.).
Newman, además, comprendió la educación como vocación. En sus Meditaciones y devociones escribió: «Dios me ha creado para hacerle algún servicio definido. Me ha encomendado alguna obra que no ha dado a otro. Tengo mi misión. Nunca podré conocerla en esta vida, pero me será revelada en la otra» (Newman, John Henry, Meditaciones y devociones, Madrid: Edibesa, 2007, p. 225; original inglés en Meditations and Devotions, Part III, no. 2). Estas palabras, citadas también por el Papa, resumen su teología de la persona: cada ser humano posee una dignidad única y una misión irrepetible. La tarea educativa, en este sentido, consiste en ayudar a descubrir esa vocación, en formar personas “para que brillen como estrellas en su plena dignidad”.
El reconocimiento de Newman como Doctor de la Iglesia y Patrono de la Educación adquiere un profundo significado en una época marcada por el nihilismo y la pérdida de sentido. El Papa León XIV evocó las palabras de su predecesor Francisco sobre la necesidad de «liberar al ser humano de la sombra del nihilismo, que pretende borrar la esperanza» (Discurso ante la Primera Asamblea Plenaria del Dicasterio para la Cultura y la Educación). En ese contexto, Newman aparece como un guía luminoso, autor del himno Lead, kindly Light (“Guíame, luz amable”), que expresa la confianza en la guía divina en medio de la oscuridad.
La proclamación de un Santo como Doctor de la Iglesia es siempre un reconocimiento de su contribución destacada a la teología y a la doctrina católica. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, «el magisterio de los pastores de la Iglesia en materia moral se ejerce […] con el concurso de las obras de los teólogos y autores espirituales. Así se transmite de generación en generación, bajo la guía y vigilancia de los pastores, el depósito de la moral cristiana» (CIC, n. 2030). En esta comunión viva entre el Magisterio y los doctores, se conserva y se actualiza la enseñanza evangélica.
Pablo VI lo expresó bellamente al afirmar que «la voz del santo que fue intérprete insigne del depósito de la fe resuena por la posteridad; y la Iglesia desciende a lo largo de la historia reverente de las enseñanzas de estos doctores, que son luces que iluminan el camino de la fe» (Carta Apostólica Sacrificium Laudis, 1964). Y el Concilio Vaticano II, en Lumen gentium 25, recuerda que los fieles «deben aceptar con religioso respeto y humilde sumisión de la mente el juicio auténtico del Romano Pontífice, con el fin de conservar y esclarecer la verdad católica de fe y costumbres».
La proclamación de Newman reafirma que la educación cristiana no es simplemente transmisión de conocimientos, sino una invitación a la santidad. León XIV recordó las palabras de Benedicto XVI en la beatificación de Newman: «Lo que Dios desea más que nada para cada uno de vosotros es que os convirtáis en santos. Él os ama mucho más de lo que podéis imaginar y quiere lo mejor para vosotros» (Discurso a los jóvenes, Londres, 2010). En continuidad con esa herencia, el Papa pidió que «la educación católica ayude a cada uno a descubrir su vocación a la santidad».
En san John Henry Newman, la Iglesia reconoce hoy a un maestro de la fe, un pensador de la verdad y un educador de las conciencias. Su figura, inscrita ya entre los Doctores Ecclesiae, nos recuerda que toda auténtica educación es, en el fondo, una respuesta al llamado de Dios que ilumina la mente y ensancha el corazón.
María Claudia Arboleda
Académica Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía