El 4 de octubre de 2025, en la memoria de san Francisco de Asís, el Papa León XIV firmó su primera exhortación apostólica, Dilexi te (“Te he amado”), un texto que marca la continuidad y la renovación del magisterio social de la Iglesia. El documento retoma la gran tradición inaugurada por Rerum Novarum (León XIII, 1891) y desarrollada en Gaudium et spes (1965), Sollicitudo rei socialis (1987), Caritas in veritate (2009), Evangelii gaudium (2013), Fratelli tutti (2020) y Dilexit nos (2024). En esta línea, Dilexi te ofrece una lectura teológica de la pobreza como lugar privilegiado de la revelación del amor de Dios y propone un discernimiento cultural y pastoral de la opción preferencial por los pobres.
El documento se presenta como una catequesis sobre el amor cristiano encarnado, que invita a redescubrir en los pobres el rostro de Cristo y a renovar el compromiso personal, comunitario y estructural en favor de los más vulnerables.
El amor de Cristo hacia los pobres: punto de partida evangélico
El primer capítulo de Dilexi te se abre con una imagen evangélica: la mujer que unge con perfume la cabeza de Jesús (cf. Mt 26, 6-13). Mientras los discípulos la reprenden por el “desperdicio”, Jesús revela la lógica del amor divino que no se mide por la utilidad sino por la gratuidad. El Papa León XIV toma esta escena como paradigma de un amor que se entrega sin cálculo, y la aplica a la relación de Cristo con los pobres.
El documento señala que en toda la historia de la salvación —desde el clamor de Israel en Egipto hasta la misión de la Iglesia— Dios muestra un afecto particular por los pobres. “He visto la opresión de mi pueblo y he escuchado su clamor” (Éx 3, 7): esta palabra, recuerda el texto, sigue siendo el corazón palpitante de toda acción pastoral. Escuchar el grito de los pobres implica no solo atención asistencial, sino una conversión cultural, una transformación de las mentalidades y de los modelos sociales que perpetúan la desigualdad.
En este contexto, León XIV advierte contra los prejuicios ideológicos que reducen la pobreza a un fallo personal o a un simple fenómeno económico. La exhortación denuncia las nuevas formas de pobreza —soledad, desarraigo, exclusión educativa o digital— que afectan hoy la dignidad humana. Frente a estas realidades, el Papa propone una actitud evangélica: salir del propio egoísmo para amar con el corazón de Cristo.
Dios opta por los pobres: fundamento bíblico y teológico
El segundo capítulo desarrolla el núcleo teológico de la exhortación: la opción preferencial de Dios por los pobres. Esta no es una postura política ni un añadido pastoral, sino una dimensión constitutiva de la fe. “El Señor escucha el clamor del pobre y lo libra de todas sus angustias” (Sal 34, 7). El Dios bíblico no es neutral: se inclina hacia quien sufre para restaurar su dignidad.
León XIV presenta a Jesús como el Mesías pobre, que eligió nacer en la precariedad, vivir sin seguridades y compartir la suerte de los marginados. “El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8, 20). Esta pobreza de Cristo no es solo material, sino existencial y relacional: es la expresión más pura de su amor solidario.
El documento vincula esta revelación con el dinamismo de la fe operante en el amor (cf. Sant 2, 14-17). Una fe que no se traduce en obras de justicia es una fe muerta. Por eso, Dilexi te exhorta a los cristianos a reconocer que la opción por los pobres no es un añadido opcional, sino el criterio por el cual se mide la autenticidad del discipulado.
Una Iglesia para los pobres: diaconía, comunión y testimonio
En el tercer capítulo, Dilexi te describe una Iglesia diaconal, configurada por el servicio. Retomando una intuición patrística, el Papa afirma que “los pobres son los verdaderos tesoros de la Iglesia”. Esta afirmación evoca la respuesta del diácono san Lorenzo al presentar a los pobres como las riquezas del Pueblo de Dios.
La exhortación recorre la tradición de los Padres de la Iglesia —especialmente san Juan Crisóstomo y san Agustín—, quienes insistieron en la inseparabilidad entre culto y caridad. Cuidar a los enfermos, acoger a los migrantes y liberar a los cautivos son prolongaciones sacramentales de la misericordia de Cristo. León XIV subraya que la santidad florece allí donde la humanidad sufre, en los lugares más heridos y olvidados del mundo.
Desde esta perspectiva, el texto propone una teología de la caridad práctica que reconoce en cada gesto de servicio una participación en el misterio de la Encarnación. Servir no es una obra añadida al Evangelio, sino su forma visible.
La continuidad de la Doctrina Social de la Iglesia
El cuarto capítulo sitúa Dilexi te dentro de la tradición viva de la Doctrina Social de la Iglesia. El Papa traza una línea de continuidad que va desde Rerum Novarum hasta Fratelli tutti, pasando por Gaudium et spes y Centesimus annus. Esta genealogía no busca erudición, sino mostrar que la defensa de los pobres es el hilo conductor del magisterio moderno.
El documento insiste en que la Doctrina Social no es un conjunto de normas, sino una espiritualidad del compromiso social, en la que la caridad ilumina las estructuras y la justicia se hace expresión del amor. La opción preferencial por los pobres se presenta, entonces, como el criterio hermenéutico que orienta toda acción política y económica inspirada en el Evangelio.
El desafío permanente: el paradigma del Buen Samaritano
Finalmente, el quinto capítulo retoma la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37) como síntesis pastoral y espiritual de todo el documento. León XIV advierte que la indiferencia ante el sufrimiento del otro sigue siendo la gran tentación de nuestro tiempo. Frente al pasaje indiferente del sacerdote y del levita, el Samaritano encarna la compasión que se detiene, cura y acompaña.
La exhortación invita a la Iglesia a salir al encuentro de las heridas del mundo, no solo con filantropía, sino con una actitud mística: descubrir en cada rostro sufriente el rostro mismo de Cristo. “Amar a los pobres —dice el Papa— es amar a Cristo en su forma más pura”.
Dilexi te no introduce una novedad doctrinal, sino que actualiza el corazón del Evangelio: la caridad como forma de la fe. En un contexto global marcado por la fragmentación, la indiferencia y las nuevas pobrezas, la exhortación ofrece una respuesta teológica y pastoral: volver al amor primero, al “te he amado” de Dios que precede toda obra humana.
El documento se convierte así en una brújula para la Iglesia del siglo XXI: una llamada a recuperar la ternura como categoría teológica y pastoral, a vivir la opción por los pobres no como un deber, sino como una gracia. En los pobres, Cristo sigue hablando al corazón de la Iglesia, recordándole que solo el amor —y especialmente el amor a los últimos— es digno de fe.
María Claudia Arboleda
Académica Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía